Oda a la almendra


Tus ojos almendrados me hipnotizan

no por su color, sino por todo lo que han visto.

La experiencia se oculta entre tus jóvenes arrugas y lo opaco de tu cuerpo;

arrullándose en medio del montón.

 

Hueles a café mezclada con verde,

madera salvaje, a instinto.

Enseñas a existir.

¿Qué haces encerrada?

 

Descubrí que tu piel

puede ablandarse

con abrazos de agua.

Nadie nunca intentó expandir tus arrugas.

 

Te devoramos por placer.

Escondes un corazón

lastimado y duro

bajo tu aroma,

es blanco.

La muerte tiene un sabor

i   n   s   í   p   i   d   o.

Mastico y tu alma se prensa entre mis dientes

no se quiere ir.

Hiere mis encías

aunque esté hecha añicos

Guerrera hasta el final.

Dejó su huella en mi aliento,

haciendo que mis palabras pierdan fuerza y sabor.

 

Gritas cuando alguien te toca

                             pero sus oídos

                                       y los míos

                                                 te ignoran por ser pequeña:

te vuelves más dura y sin valor.

Eres una gran narradora

para aquellos que tienen los sentidos despiertos.

 

Mi madre decía que las almendras tienen el gran poder

                        maravillosa virtud

para abrir las mentes.

Devorarte me hará más listo

sin importar lo que pase con tus sueños.

 

Tus días se muestran horribles. Entonces, ¿por qué nos gustas tanto?

Tu vida termina en mi estómago

un puñado de ti

r     e     v     o     l     o     t     e     a

en mis

e

     n

t

     r

a

     ñ

a

     s

Me transformé en esta semilla:

siémbrenme porque quiero volver a nacer

en el estómago de la tierra.


Actividad de escritura creativa del club literario Moby Read · Abril 2024.

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