No hay silencio
que la lluvia no entienda,
no existe tristeza
que la ventana no sepa,
no nacen lágrimas que se valoren
cuando se trata de amor,
no hay recuerdos
que el licor pueda barrer;
todo está siempre igual.
¿Ser escuchado?
No,
sólo es desahogo asfixiante.
No quiero leer más autobiografías
que fueron escritas en pieles ajenas,
éstas se almacenan en los mejores recuerdos
de este inquilino sin rumbo,
que se dedica a dibujar siluetas
recordando quién fue.
Se trata de seguir,
de aprender,
de olvidar;
porque sin memorias
no hay leyenda.
Poema publicado en la revista Letras Raras · Diciembre, 2015.
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