Alicia


¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ¿Alicia? Vuelvo a caer en tus brazos Alicia, en el espiral de tu voz, entre psicodelia y madrigueras de conejos. Alicia, que tu voz me lleva al mundo de las maravillas, tu voz de metanfetamina. Lucho, corro, casi le gano en la carrera al tiempo, al conejo, y despierto en mi casa de nuevo. Sobre la mesa está una botella de ron añejo, dos líneas de cocaína y una jeringa con la aguja oxidada. Es un boleto al mundo de las maravillas. Me duele la cabeza, me duelen los sueños, me duelen las nuevas costumbres; mi sillón se ha vuelto más incómodo, la peste más fuerte, y el vacío más escandaloso.

            Alicia, ayúdame a no volver al frío, llévame, acógeme, busquemos la luz de estrellas muertas en el firmamento, degustemos el olor a carne muerta del espacio, encontremos a David Bowie, a la bruja cósmica, a la mamba negra y construyamos un mundo entre acordes, talento y espejos. Seamos nuestro propio público. Alicia, mi amada Alicia, eres mi droga, mi heroína, mi viaje astral. Te escribo versos en hojas de estrellas, con letras de sal y un solo deseo: quedarme contigo dentro de un mundo fugaz y sin retorno a lo extraño.

           “Todos alistándose para despegar. Repito, todos alistándose para despegar. Abróchense los cinturones (y con ayuda de mi boca aprieto fuertemente el cinturón a mi brazo izquierdo), mantenga pies y manos como se le indicó al abordar. Repito, mantenga pies y manos como se le indicó al abordar. (Los pies no me responden, debo ir por la jeringa). No se levante de su asiento. Repito, no se levante de su asiento. (Suelto el pinchazo en la vieja herida) Estamos despegando. Repito, estamos despegando. (Éxtasis atravesando mis ríos sanguíneos)”. Alicia, ¿Alicia?, ¿Alicia?, ya te veo Alicia. Veo que ya están todos. El conejo, la bruja, la mamba y el astronauta. Cantemos, bailemos que el sistema solar es nuestra pista de baile, las estrellas fugases nuestros tragos y los anillos de Saturno nuestros sueños.

            Extiende tus brazos Alicia, volemos antes de que el combustible se termine o me quede sin boleto para el siguiente viaje. Juguemos al escondite, a beber agua de marte, a bañarnos en la oscuridad de la galaxia. Seamos dioses y construyamos nuestro propio mundo de las ideas. Inventemos la música, el fuego y los besos galácticos. Los solos de guitarra, llave de la psicodelia, y revivamos los años setentas en Neptuno. Inventemos nuevas formas de vida, de inteligencia, de lujuria, de ruidos y orgasmos. Y cuando todo se salga de control, cuando no existan leyes que repriman a otras, cuando las voces se callen y vuelva el silencio, entonces, sólo entonces, volveré a mi mundo con la esperanza de que me recuerden como el Dios que fui, el creador, el Da Vinci moderno, el nuevo profeta, el artista de las nuevas generaciones, el sol de las nuevas constelaciones. Mientras tanto, hasta que ese día llegue, te seguiré visitando mi amada Alicia.


Cuento publicado en la revista Savia Contemporánea · Diciembre, 2017.

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